Cada presidente de los Estados Unidos puede elegir los cuadros que más le
gusten para decorar la Casa Blanca y sus preferencias casi siempre han reflejado
bien su carácter como gobernantes. John F. Kennedy fue el primer gran renovador
de la residencia presidencial. Su mujer, Jacqueline Kennedy decidió colgar 8
cuadros de Cézanne que, aunque parezca mentira, estaban guardados en el desván.
George W. Bush no tenía tan buen gusto artístico y se empeñó en colocar
paisajes de dudosa calidad del desierto de su adorado Texas. Su favorito era el
retrato de un cactus (en la imagen), obra de Tom Lea y que para muchos simboliza el “árido” y “agresivo”
legado político que el ex presidente dejó en Estados Unidos.
Bush también se preocupó por ser políticamente correcto y ordenó que colgaran un cuadro
de algún artista negro (sólo 5 de las 450 obras que había en la Casa Blanca
eran de afroamericanos). Sin embargo no estuvo muy afortunado en su elección. Acertó
con el artista, Jacob Lawrence, idolatrado por su lucha en favor de los
derechos civiles de esta minoría. Pero falló en la obra, "Los
constructores", ya que representaba a varios negros trabajando como
peones. La comunidad afroamericana montó en cólera: para una vez que se veían negros
en los cuadros de la Casa Blanca, éstos aparecían como mano de obra barata para
el disfrute de los blancos.
Cuando Barack Obama llegó a la presidencia se propuso corregir esta afrenta
y llenó las paredes de pinturas de artistas negros. Además, sustituyó un busto
del ex Primer Ministro británico Winston Churchill que estaba en el Despacho Oval por otro de Martin Luther
King. A diferencia de su antecesor, Obama sí que entiende de arte: tiene una
colección privada e incluso se dice que enamoró a su mujer Michelle llevándola
a un museo. Modernizó la decoración de la sede presidencial con cuadros
abstractos de, entre otros, Mark Rothko, Richard Diebenkorn o Jasper Johns.
Sin embargo, también tuvo una metedura de pata. Entre las obras que escogió
llamó mucho la atención un lienzo de Ed Ruscha en el que aparecen escritas las
siguientes frases: “Creo que puede que… Espera un minuto… Quizá sí… Mejor pensado…
Tal vez no…”. Sus rivales republicanos se mofaron de Obama ya que, según ellos, esas expresiones de duda
representaban muy bien el carácter indeciso del presidente.
En Estados Unidos, los presidentes tienen libertad para decorar sus habitaciones y zonas de trabajo personales de la Casa Blanca, incluido el Despacho Oval. Les basta con elegir qué obras quieren y pedírselas en préstamo a varios museos nacionales. Cambiar los cuadros de las zonas públicas es mucho más difícil, porque necesitan el permiso del comisario oficial de la Casa Blanca y cumplir con dos requisitos: que la obra elegida tenga más de 20 años y que el artista en cuestión esté muerto.
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jueves, 17 de noviembre de 2011
lunes, 14 de noviembre de 2011
Políticos y arte: sus gustos les definen
Dime qué cuadros cuelgas en tu despacho y te diré cómo gobernarás. Analizamos los gustos artísticos de Rajoy y Rubalcaba para saber más sobre su carácter y las pistas que nos dan sobre su forma de hacer política.
Atentos al misterio del retrato de Pablo Iglesias, una litografía de Eduardo Arroyo que parece tener vida propia: se cuela en casi todos los despachos importantes de la sede del PSOE en Ferraz... ¿Por qué?
Escúchalo en la sección de arte de Pablo Ortiz de Zárate en Hoy por Hoy Madrid, Cadena Ser:
Los gustos artísticos de Berlusconi también nos dicen mucho sobre sus vicios. Se empeñaba en dar ruedas de prensa delante de un gran cuadro de Andrea Appiani (1811) que representa al dios del amor rodeado de ninfas en el parnaso. Lo bautizó como "el bunga-bunga del siglo 19" y podría ser una especie de versión clásica de sus famosas fiestas con bellinas y prostitutas. Desde luego no es precisamente el tipo de arte que uno espera encontrarse cuando le hablan de política y economía...
Pero "Il Cavaliere" fue más lejos: tras anunciar graves recortes en cultura, se gastó 70.000 euros en restaurarle el pene a una escultura romana del siglo II d.C. que veía todos los días en su residencia oficial. Representa a Marte, dios de la guerra, siendo acariciado cariñosamente por Venus. El ex-Primer Ministro italiano debía de sentirse identificado con la escultura ya que no sólo le recolocó el atributo perdido. También ordenó reconstruir las manos de la diosa para que se viera bien cómo tienta sexualmente a Marte.
La anécdota describe bién las inquieturdes privadas de Berlusconi y es la prueba de que, normalmente, nuestros gustos artísticos nos definen a la perfección.
martes, 8 de noviembre de 2011
La monja, el ángel y un orgasmo. Exposición "Hermitage en el Prado"
Esta semana en Hoy por Hoy Madrid, Cadena SER, hemos descubierto el detalle más morboso de la exposición "El Hermitage en el Prado": una escultura de Santa Teresa de Ávila en pleno orgasmo, obra de Bernini. Escúcha un resumen:
Gian Lorenzo Bernini era la gran superestrella de Roma en el siglo XVII. Era tan célebre por sus esculturas como por sus innumerables escarceos sexuales.
Él no se avergonzaba de su fama de promiscuo y así lo reflejaba en su arte. Por eso, cuando el cardenal Cornaro le encargó una escultura de Santa Teresa de Ávila para decorar la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma, Bernini decidió montar el escándalo.
La obra representa a la Santa en uno de sus famosos momentos de éxtasis, en los que, según ella relataba, entraba en estado de trance para conversar directamente con Dios. Pero el artista va más allá del sentimiento religioso. La mujer aparece tumbada boca arriba, completamente entregada y con un gesto de absoluto placer.
En realidad Bernini había representado a una monja en pleno orgasmo. Y para dejarlo bien claro colocó junto a Santa Teresa a un ángel que, según desde donde miremos, parece apuntar con su flecha directamente a los genitales de la mujer.
El escándalo fue inmenso pero al cardenal que la pagó debió de gustarle porque se hizo enterrar justo debajo de ella.
La escultura que se puede ver estos días en el Prado procedente del Hermitage es un modelo en terracota, mucho más pequeño que el original, con el que Bernini practicó antes de hacer la obra final en mármol. La pieza ha perdido la flecha, pero mantiene intacto el rostro de la religiosa, el retrato de un orgasmo que dura ya más de 350 años.
"El Éxtasis de Santa Teresa", modelo en terracota, 1647 |
Él no se avergonzaba de su fama de promiscuo y así lo reflejaba en su arte. Por eso, cuando el cardenal Cornaro le encargó una escultura de Santa Teresa de Ávila para decorar la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma, Bernini decidió montar el escándalo.
Detalle de la obra final en mármol de "El Éstasis de Santa Teresa", Bernini, 1647 |
En realidad Bernini había representado a una monja en pleno orgasmo. Y para dejarlo bien claro colocó junto a Santa Teresa a un ángel que, según desde donde miremos, parece apuntar con su flecha directamente a los genitales de la mujer.
Detalle de la obra final en mármol con el ángel apuntando su flecha |
El escándalo fue inmenso pero al cardenal que la pagó debió de gustarle porque se hizo enterrar justo debajo de ella.
La escultura que se puede ver estos días en el Prado procedente del Hermitage es un modelo en terracota, mucho más pequeño que el original, con el que Bernini practicó antes de hacer la obra final en mármol. La pieza ha perdido la flecha, pero mantiene intacto el rostro de la religiosa, el retrato de un orgasmo que dura ya más de 350 años.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Guía práctica para ser un buen "voyeur"
Esta semana en Hoy por Hoy Madrid, Cadena Ser, hemos hablado de la exposición "Observados: voyeurismo y vigilancia" que puede verse en la Fundación Canal (Madrid). Antes de convertirte en mirón, escucha:
Dicen que el único momento en el que nos mostramos tal y como somos, sin fingir, es cuando creemos que nadie nos ve. Por eso muchos artistas se han empeñado en espiar a los demás para fotografiarles en momentos íntimos.
Algunos se las han ingeniado mucho para lograrlo, como demuestran algunas de las obras que muestra la Fundación Canal. Cammie Toloui, por ejemplo, se metió a trabajar como stripper para poder mostrar la lujuria de los hombres que acudían a verla desnudarse.
Merry Alpern se pasó noches enteras asomada a la ventana del apartamento de un amigo en Manhattan, desde donde se veía la fenética actividad de sexo y drogas de un burdel de lujo.
El japonés Kohei Yoshiyuki fue aún más lejos. Se hizo pasar por uno de los mirones que cada noche se reunía en un parque de Tokio. Allí, ocultos en la oscuridad, espiaban e incluso metían mano a las parejas que acudían a mantener relaciones sexuales. Las fotografías, tomadas con cámara de infra-rojos, muestran cómo los voyeurs salen de entre los arbustos y soban a las chicas sin que ellas se den cuenta.
Pero quien crea que a todo el mundo le espanta la idea de que le espíen, está equivocado. Shizuka Yokomizo consiguió en su serie "Strangers" que auténticos desconocidos posaran para ella. Dejaba cartas en diferentes habitaciones de hotel en las que informaba de que por la noche, a una hora determinada, estaría en la ventana de enfrente haciendo fotos del interior de la estancia. Si el sujeto quería ser retratado, sólo tenía que descorrer las cortinas. A algunos, además, les daba por quitarse la ropa.
M. Alpern, Dirty Windows 1994 |
Algunos se las han ingeniado mucho para lograrlo, como demuestran algunas de las obras que muestra la Fundación Canal. Cammie Toloui, por ejemplo, se metió a trabajar como stripper para poder mostrar la lujuria de los hombres que acudían a verla desnudarse.
Merry Alpern se pasó noches enteras asomada a la ventana del apartamento de un amigo en Manhattan, desde donde se veía la fenética actividad de sexo y drogas de un burdel de lujo.
Kohei Yoshiyuki, The Park, 1971 |
Shizuka Yokomizo, Stranger, 1998 |
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