A simple vista, estas dos fotografías no tienen nada que ver
entre sí. La primera muestra el horror de una niña vietnamita abrasada por el
napalm tras un bombardeo estadounidense. En la segunda (que forma parte de la
exposición “Observados” de la Fundación Canal) vemos el llanto de Paris Hilton,
perseguida por las cámaras mientras se la llevan en un coche patrulla para
juzgarla por conducir borracha.
El desgarro de la niña refleja la cruel injusticia de la
guerra de Vietnam, donde la intervención de Estados Unidos para, supuestamente,
salvar al pueblo del comunismo acabó afectando a civiles inocentes. A su lado,
el llanto de Paris Hilton por su arresto resulta obsceno y la atención
mediática desproporcionada que genera parece retratar a una sociedad acomodada
y superficial.
Sin embargo, las imágenes esconden varias semejanzas: las hizo el mismo fotógrafo, Nick Ut, exactamente el mismo día, un 8 de junio, con 35 años de diferencia. Y pese a la enorme distancia temporal, geográfica, económica y social que separa a estas dos jóvenes, su gesto de sufrimiento es prácticamente el mismo. Esa es la paradoja de este mundo: todos lloramos idénticas lágrimas, aunque el sufrimiento sea muy distinto.
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