Goya odiaba pintar por encargo y que le dijeran lo que tenía que hacer. Solía obedecer pero utilizaba los retratos para expresar lo que pensaba y vengarse de quien le caía mal. La National Gallery de Londres le dedica al pintor español su gran exposición de 2015, la primera en el mundo centrada en su faceta de retratista. Sus monarcas feos, infantes embobados y reinas desdentadas admiran a los británicos.
'Conde de Altamira', 1787. Banco de España. |
Un pequeño Grande de España
Imagínese que es pintor y le encarga un retrato uno de los hombres más ricos y también más bajitos de España. ¿Lo disimularía en el cuadro para halagarle? Goya no. El Conde de Altamira coleccionaba títulos nobiliarios (7 ducados, 11 marquesados y 17 condados) pero los madrileños le conocían más por su escasa estatura. Hubo quien le describió como “el hombre más pequeño visto en sociedad, menor que los enanos que se exhiben pagando”. Goya pudo haber obviado fácilmente este rasgo en su retrato, pero prefirió destacarlo colocándole al lado una mesa elevada que le llega hasta el hombro. Y no se queda ahí: la posición incómoda de sus piernas sugiere que está sentado sobre un cojín. El cuadro pertenece al Banco de España, del que el Conde fue director.
'Familia infante don Luis de Borbón', 1783-4. F. Magnani Rocca. |
El infante embobado y el “pintamonas”
El infante don Luis, hermano menor de Carlos III, lo dejó todo por casarse con su gran amor, María Teresa de Vallabriga. Como ella sólo pertenecía a la baja nobleza, el rey les castigó quitándoles sus derechos al trono y exiliándoles a Arenas de San Pedro (Ávila). Goya, que estuvo allí con ellos para pintar este retrato, se atreve a representar la fascinación casi infantil de don Luis por su esposa. Él aparece de perfil jugando a las cartas embobado y es ella la que ocupa el centro, rodeada por todos e irradiando luz mientras le peina su peluquero. Su mirada cómplice hacia el espectador deja claro el poder de atracción de esta mujer que llevó a su marido a sacrificar su fortuna por ella. A pesar de todo, a don Luis le cayó bien Goya, con quien convivió un mes y de quien dijo: “Este pintamonas casi caza tan bien como yo”.
'Carlos III de caza', 1786. Duquesa del Arco. |
Un rey arrugado y campechano
Cuando un artista se atreve a retratar al rey con cara de bonachón, es que está muy seguro de sus cualidades. Goya se juega su carrera con este cuadro de Carlos III, al que no pinta en actitud regia y poderosa como hacía Velázquez con Felipe IV, sino divirtiéndose con un gesto irónico, arrugas muy marcadas y piel curtida. El rey cazaba todos los días porque creía que los paseos y el sol le evitarían caer en la locura que padecieron su padre y hermano. Goya justificó este retrato tan poco señorial argumentando un cambio de moda: en el siglo de Velázquez los reyes cazaban como preparación para la guerra, pero en la época de la Ilustración y el triunfo de la razón el monarca sólo debe hacerlo por divertimento.
'Fernando VII', 1814-5. Prado |
Será rey, pero también es feo
A Goya no le caía nada bien Fernando VII y, fiel a sus principios, se lo dijo a la cara con este retrato. Lo primero que hizo el rey al llegar al trono tras la Guerra de la Independencia contra Francia fue abolir la Constitución de Cádiz de 1812, reinstaurar la Inquisición e imponer su reinado absolutista. Goya, de ideas liberales, no encajó bien en la nueva Corte: Fernando consideraba que su pintura estaba anticuada y jamás le encargó ningún retrato, pese a que era el Pintor de Cámara del Rey. Sólo posó una vez para él, pero durante tan poco tiempo (hora y media escasa) que el artista apenas pudo captar unos pocos rasgos de su rostro y tuvo que usar la misma cara en todos los retratos del monarca que le encargaron otros clientes. Eso sí, se vengó representándole más feo aún de lo que ya era de por sí y sin los símbolos de poder habituales, como la corona o muebles lujosos, que se usaban para dar majestuosidad al retratado.
'Duquesa de Alba', 1797. Hispanic Society |
Cayetana de Alba, el amor de la duquesa adúltera
Doña Cayetana, la XIII Duquesa de Alba, era una de las mujeres más hermosas de Madrid, como dejó claro el escritor francés Fleuriot de Langle: “Ni hecha de encargo podría haber resultado mejor. Cuando pasa por la calle, todo el mundo se asoma a las ventanas y hasta los niños dejan de jugar para mirarla”. Además era famosa por frecuentar los bajos fondos en busca de jóvenes amantes y puede que Goya estuviera entre ellos. No hay documentos que lo demuestren, pero este retrato podría ser una prueba. La Duquesa, vestida de luto, señala la firma de pintor escrita del revés en el suelo mientras que en sus anillos puede leerse “Goya” y “Alba”. Parece que el pintor se cansó del carácter caprichoso de la aristócrata y acabó dejándola.
'Maria Luisa con mantilla', 1799. Patrimonio Nac. |
Quien tuvo retuvo
Maria Luisa, mujer de Carlos IV, no envejeció nada bien. Aunque tuvo multitud de amantes y se ganó la fama de reina adúltera, los más de 20 embarazos que soportó le pasaron factura a su rostro y terminó quedándose sin dientes. Su dentadura postiza fue asunto de Estado: le fabricaron una con la última tecnología pero le molestaba mucho y solía quitársela en público. Goya, que no era amigo de esconder los defectos de nadie, retrata a la reina sin piedad. Sin embargo consigue transmitir al mismo tiempo el fuerte carácter y la altivez de una mujer nada agraciada pero que mantiene su coquetería. La reina estaba especialmente orgullosa de sus brazos, tanto que casi siempre obligaba a Goya a retratarla con manga corta.
Todas las imágenes son cortesía de la National Gallery de Londres.
Goya también retrató al monarca como un generalísimo dirigiendo sus tropas, aunque Fernando VII nunca estuvo presente en ningún combate, y quien tenga interés en leer la firma del pintor con los caracteres al revés al pie del cuadro, no tendrá más remedio que ponerse de espaldas al mismo e inclinarse, haciendo una extraña y singular reverencia a quien los aduladores cortesanos llamaron en su ausencia “El deseado”
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