domingo, 6 de mayo de 2012

Aprender del dolor. Marina Abramovic en La Fábrica Galería


Marina Abramovic, "Selected Early Works" en La Fábrica Galería, Madrid (hasta el 2-6-2012) 

Siendo una niña, Marina Abramovic intentó partirse la nariz de un golpe. Le obsesionaba su tamaño y su madre no quería que se la operaran, así que se tiró de cara contra la pata de su cama para que no le quedara más remedio que llevarla al quirófano. Desgraciadamente falló y, en vez de la nariz, se hizo una brecha en un pómulo.

Esa falta de miedo al dolor físico ha marcado el arte de Abramovic, que ha dedicado casi toda su obra a llevar su cuerpo al límite, torturándolo literalmente. Según ella, para que un artista sea bueno debe tener una vida de sufrimiento, porque sólo así llega la verdadera inspiración.


Acuchillarse los dedos
Su performance Rythm 10 (1975) es un ejemplo de esto: colocó 20 cuchillos a su lado, extendió su mano sobre el suelo y empezó clavarlos lo más rápidamente posible entre los dedos. Lo grabó todo con un magnetófono y cada vez que se cortaba cambiaba de cuchillo. Cuando ya se había herido 20 veces, escuchó la cinta y empezó de nuevo, tratando de repetir los mismos movimientos, incluidos los errores, de la grabación. Es decir, volvió a cortarse a propósito otra veintena de veces.


Desnudada y agredida por el público
En otra performance, Rythm 0 (1974), Marina Abramovic se quedó de pie, inmóvil, mientras el público hacía con ella lo que le apetecía. Colocó junto a ella varios objetos (una pluma, una rosa, miel, un látigo, un cuchillo, una pistola, una bala, etc.). Pretendía estudiar cómo actuamos cuando nos dan poder absoluto sobre alguien. Durante las 6 horas que duró la obra, el público la desnudó, le cortaron cerca del cuello con el cuchillo, lamieron su sangre y la tumbaron en una mesa. Un hombre metió la bala en la pistola y llegó a ponérsela en la cabeza a la artista. Según dijo la propia Abramovic, si hubiera durado dos horas más, le habrían dado una paliza.


La exposición de La Fábrica Galería muestra varias de las obras que Abramovic llevó a cabo en los 70 con su entonces novio, Ulay. En el vídeo Breathing In, Breathing Out (1977) ambos juntan sus bocas y, con la nariz taponada, respiran únicamente el aire que exhala el otro. Aguantaron casi 20 minutos hasta que cayeron desvanecidos.

Para celebrar su amor, Abramovic y Ulay decidieron hacer una performance en la Gran Muralla China: cada uno saldría de una punta del monumento y se casarían en el lugar exacto donde se juntaran. Era una forma de simbolizar el poder del amor y el esfuerzo humanos, capaces de levantar una muralla tan colosal que puede verse desde el espacio. Sin embargo, el Gobierno chino tardó 8 años en darles permisos para representar la obra y para cuando pudieron hacerla, la relación entre ellos estaba rota. Aún así la hicieron pero con un cambio: tras recorrer 2.500 kilómetros a pie cada uno, al encontrarse, en vez de una boda, celebraron su adiós. Se dieron un beso y no volvieron a juntarse más.

Además del dolor físico, Abramovic también está obsesionada con la muerte. Asegura que sólo perdiéndole el miedo a morir podemos llegar a vivir intensamente sin preocuparnos del futuro. Tan poco la teme que ha organizado su propio funeral. Y no será uno, sino tres simultáneos en cada una de las ciudades que le han marcado: Belgrado, Ámsterdam y Nueva York. Sólo una ceremonia tendrá el cadáver real. En las otras habrá muñecos, pero no desvelará en cuáles.

- Marina Abramovic, "Selected Early Works" en La Fábrica Galería (hasta el 2-6-2012)

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