martes, 14 de julio de 2015

Vender cuadros o cerrar el museo

Sala del Detroit Institute of Art, que podría vender sus obras
Ayuntamientos, universidades y museos se ven obligados a vender sus mejores obras de arte a coleccionistas privados para pagar sus deudas por la crisis. En muchos casos, el único recurso que queda para conseguir que sigan exhibiéndose en público es la caridad de la gente.

'Draped seated woman' de henry Moore
En 1962 Henry Moore le vendió al Ayuntamiento de Tower Hamlets, al este de Londres, una de sus esculturas por un precio casi regalado: menos de 8.500 euros. La obra, ‘Draped seated woman’, podría venderse hoy por casi 24 millones pero Moore prefirió en su día ganar menos a cambio de que estuviera expuesta en la calle, a la vista de todos.
Lo que no tuvo en cuenta el artista es que medio siglo después de aquello, una crisis dejaría al consistorio con una deuda descomunal de más de 140 millones de euros. En 2013, el alcalde decidió vender su tesoro en la casa de subastas Christie’s para tapar parte del agujero. Al final, una campaña liderada por famosos como el director de cine Danny Boyle o Nicholas Serota, jefe de la Tate, puso a la opinión pública en contra del ayuntamiento y le ha obligado a parar la subasta.

Obra de Millais vendida
Pero la cosa no siempre acaba así: en 2011 la ciudad de Bolton, al norte de Inglaterra, puso a la venta 36 obras del museo municipal (incluidos dos picassos) porque no podían pagar la seguridad del almacén. La jugada no les salió muy bien porque acabaron malvendiendo una pintura de John Everett Millais por 105.000 euros, un precio muy por debajo del mercado para el famoso pintor Pre-Rafaelita.

El caso más llamativo de este expolio forzoso está en Detroit, una ciudad en bancarrota que anunció en 2013 la venta de obras maestras de su museo (entre las que están piezas de Van Gogh, Bernini, Matisse o Brueghel). Aunque las donaciones de grandes empresarios estadounidenses han calmado la urgencia de dinero, el peligro aún continúa.

También en España

En España es más difícil que se den casos tan graves como el de Detroit o los vistos en Reino Unido, donde el arte legalmente es casi una mercancía más. Aquí las obras más prestigiosas, propiedad de los grandes museos públicos como el Prado o el Reina Sofía, no se pueden vender. Además, el gobierno y las comunidades autónomas pueden declarar cualquier pieza como Bien de Interés Cultural (BIC), lo que impide su salida del país.

'La esclusa' de John Constable ya no es del Museo Thyssen
Sin embargo, las obras que no son de primer nivel lo tienen más difícil. Sólo una pequeña parte de nuestro arte está protegido como BIC y se están dando casos de ventas que demuestran que el patrimonio público español no está totalmente protegido ante la crisis de los coleccionistas públicos. Desde 2012, los visitantes del Museo Thyssen (que en parte es del Estado) no pueden contemplar ‘La esclusa’ de John Constable, uno de los puntos fuertes de la colección, porque Carmen Cervera lo vendió en Londres por “falta de cash”, como ella misma dijo.

Aunque probablemente el mayor desastre artístico de nuestras instituciones lo protagonizó Ana Botella, que siendo alcaldesa de Madrid malvendió 30 obras propiedad del Ayuntamiento utilizando una estratagema legal (las calificaron como “elementos de decoración interior”). Un ejemplo de lo ocurrido es el lienzo ‘Sol y Sombra’ de José Guerrero: lo compró la galería Marc Domènech por 46.000 euros y sólo 9 meses después lo puso a la venta por un precio entre 75.000 y 125.000 euros.
 

Vender o pedir limosna

¿Cómo evitar que el arte de los ayuntamientos e instituciones públicas en quiebra desaparezca de los museos y acabe en los salones de coleccionistas privados? Unos optan por endurecer las leyes, como el Gobierno alemán, que está a punto de aprobar una norma para que todas las obras de más de 50 años y que valgan más de 150.000 euros necesiten un permiso de exportación para ser vendidas a otros países. Otros prefieren dejar el asunto a las colectas hechas por los ciudadanos afectados.

'The High Street' de JMW Turner
Acaba de pasar en Oxford, Reino Unido, cuya prestigiosa universidad ha estado a punto de tener que deshacerse de un Turner. Finalmente el cuadro no irá a subasta gracias al dinero puesto por la lotería nacional británica (muchas creaciones culturales del país se financian con parte de lo recaudado por este juego) y lo donado por vecinos que no querían que su ciudad perdiera parte de su patrimonio.

También en Inglaterra, la solidaridad ha salvado al Wedgwood Museum de vender parte de su colección para saldar deudas. En este caso la ley no sólo no prohibió que se desintegrase el museo, sino que fue un juez el que ordenó su venta para poner las cuentas en orden.


'Venus del espejo' de Velázquez

Colectas históricas

Ante esta falta de protección del patrimonio cultural, en el Reino Unido las pequeñas donaciones ciudadanas son ya una tradición. La mayoría se realizan a través de la ong Art Fund, nacida en 1906 tras una exitosa campaña para comprar ‘La Venus del espejo’ de Velázquez. Reunieron los 63.000 euros necesarios entonces para que el Estado se la quedara y pudiera colgarse en la National Gallery de Londres. Desde entonces, las donaciones a esta asociación han conseguido que miles de obras sigan estando expuestas al público y no acaben en manos de coleccionistas privados.


En la ciudad suiza de Basilea también saben lo que la unión vecinal puede conseguir. En 1947 los herederos del coleccionista Rudolf Staechelin prestaron dos picassos al Museo de Arte de la ciudad, perteneciente al Estado. Sin embargo, en 1967 los ricos propietarios se arruinaron y decidieron vender los cuadros para hacer frente a sus deudas. 
Se los ofrecieron en primer lugar al Estado suizo que, antes de comprarlos, preguntó a los vecinos de Basilea en referéndum si les parecía bien. Éstos no sólo dijeron que sí, sino que montaron una campaña para reunir dinero entre todos y ayudar a pagar los lienzos. El amor de los basilienses por estas obras (‘Los dos hermanos’ de 1906 y ‘Arlequín sentado’ de 1923, que pueden verse temporalmente en el Museo del Prado hasta el 14 de septiembre de 2015), tuvo recompensa: Picasso se enteró y le regaló al museo de la ciudad cuatro pinturas más.

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