martes, 8 de noviembre de 2016

Laundromat (Ai Weiwei): sentir a quienes no queremos ver. Refugiados invisibles



La policía echa a golpes a decenas de refugiados que malvivían en un campamento de Macedonia. Estaban allí esperando a cruzar a Grecia y poder entrar en Europa pero de repente tienen que escapar dejando atrás la poca ropa que tenían.

El artista chino Ai Weiwei recogió todas esas prendas (2.046 en total) y se las llevó a su estudio de Berlín. Las lavó y planchó una a una y ahora están colgadas en perchas, perfectamente ordenadas, en la galería Deitch Projects de Nueva York. Puedes ver un vídeo de la exposición en este enlace.

Junto a los pantalones, medias y baberos vemos también cientos de zapatos. Las paredes están forradas con fotografías de varios campos de refugiados, colgadas por el propio Weiwei en su Instagram. En el suelo se pueden leer los mensajes dejados por esos emigrantes en los grupos de WhatsApp que usaban para avisarse en caso de problemas

Viendo las imágenes de la instalación casi podemos sentir la presencia de esos refugiados ausentes. Nos obliga a percatarnos de todas esas personas invisibles que, aunque no queremos ver, están por todas partes y usan los mismos jerséis, pantalones y zapatillas que nosotros. Los dueños de esa ropa perdida están ahora pasando frío en una chabola de algún campamento de Europa, han muerto ahogados intentando entrar por el Mediterráneo y están de vuelta en Alepo viendo caer las bombas.

El artista chino habla así de su preocupación por el tema: “Cuando ves a millones de refugiados te das cuenta de que a muy poca gente le importa. No está pasando en un solo lugar, están en todas partes. Es una generación perdida. Creo que la gente no lo pilla”.

La obra, llamada ‘Laundromat’, recuerda mucho a Straight, instalación con la que denunció la responsabilidad del Gobierno chino en la catástrofe de Sichuán de 2008. Tras el terremoto, recogió en los escombros de los edificios públicos derruidos toneladas de barras de acero reforzado totalmente retorcidas. 

Él y su equipo las estiraron durante meses hasta devolverlas a su estado original y las ordenaron milimétricamente. Ahora la obra denuncia la corrupción de las autoridades chinas, que usan materiales de construcción baratos para ahorrar costes en la edificación de escuelas y así enriquecerse. La mala calidad de los edificios provocó el derrumbe de multitud de ellos y la muerte de miles de niños.


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