jueves, 8 de septiembre de 2011
Puede que no pase de moda, pero a veces caduca
El Museo Guggenheim de Bilbao quería comprar la escultura “El gran árbol y el ojo”, de Anish Kapoor, que habían colocado en el estanque durante la exposición monográfica dedicada al artista el año pasado. Pero cuando estaban a punto de cerrar el acuerdo, se dieron cuenta de que las bolas que la forman se estaban oxidando. La ría estaba haciendo de las suyas.
Los técnicos del museo se han pasado un año estudiando la degradación de la escultura para asegurarse, antes de pagar por ella, de que no terminará convirtiéndose en una pieza de acero corroído. Han llegado a la conclusión de que basta con limpiarla cada cierto tiempo para que vuelva a lucir como nueva. Y eso es lo que hanestado haciendo estos días.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se compra porque luego llegan los disgustos. El famoso tiburón en formol de Damien Hirst es un gran ejemplo. Pagaron 12 millones de dólares por él –un récord–, sin saber que con el tiempo acabaría pudriéndose.
En sólo unos meses se arrugó, adquirió un horrible color verdoso y se le cayó una aleta. Intentaron arreglarlo arrancándole la piel y colocándola sobre un molde de fibra de vidrio con la forma del animal. Pero no funcionó y seguía descomponiéndose.
La precaución del Guggenheim bilbaíno ha tenido recompensa: además de asegurarse de que compran material inoxidable, con sus dudas han conseguido que Anish Kapoor rebaje el precio de su escultura. Han pagado 3,5 millones de euros, 500.000 euros menos de lo que costaba al principio.
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