Sala del Detroit Institute of Art, que podría vender sus obras |
Ayuntamientos, universidades y museos se ven obligados a
vender sus mejores obras de arte a coleccionistas privados para pagar sus
deudas por la crisis. En muchos casos, el único recurso que queda para
conseguir que sigan exhibiéndose en público es la caridad de la gente.
'Draped seated woman' de henry Moore |
En 1962 Henry Moore le vendió al Ayuntamiento de Tower
Hamlets, al este de Londres, una de sus esculturas por un precio casi regalado:
menos de 8.500 euros. La obra, ‘Draped seated woman’, podría venderse hoy por
casi 24 millones pero Moore prefirió en su día ganar menos a cambio de que
estuviera expuesta en la calle, a la vista de todos.
Lo que no tuvo en cuenta el artista es que medio siglo
después de aquello, una crisis dejaría al consistorio con una deuda descomunal
de más de 140 millones de euros. En 2013, el alcalde decidió vender su tesoro en
la casa de subastas Christie’s para tapar parte del agujero. Al final, una
campaña liderada por famosos como el director de cine Danny Boyle o Nicholas
Serota, jefe de la Tate, puso a la opinión pública en contra del ayuntamiento y
le ha obligado a parar la subasta.
Obra de Millais vendida |
El caso más llamativo de este expolio forzoso está en Detroit,
una ciudad en bancarrota que anunció en 2013 la venta de obras maestras de su museo (entre las que están piezas de Van Gogh, Bernini, Matisse o Brueghel).
Aunque las donaciones de grandes empresarios estadounidenses han calmado la
urgencia de dinero, el peligro aún continúa.
También en España
En España es más difícil que se den casos tan graves como el de
Detroit o los vistos en Reino Unido, donde el arte legalmente es casi una
mercancía más. Aquí las obras más prestigiosas, propiedad de los grandes museos públicos como el
Prado o el Reina Sofía, no se pueden vender. Además, el gobierno y las
comunidades autónomas pueden declarar cualquier pieza como Bien de Interés
Cultural (BIC), lo que impide su salida del país.
'La esclusa' de John Constable ya no es del Museo Thyssen |
Aunque probablemente el mayor desastre artístico de nuestras
instituciones lo protagonizó Ana Botella, que siendo alcaldesa de Madrid
malvendió 30 obras propiedad del Ayuntamiento utilizando una estratagema legal
(las calificaron como “elementos de decoración interior”). Un ejemplo de lo ocurrido es el lienzo
‘Sol y Sombra’ de José Guerrero: lo compró la galería Marc Domènech por 46.000
euros y sólo 9 meses después lo puso a la venta por un precio entre 75.000 y
125.000 euros.
Vender o pedir limosna
¿Cómo evitar que el arte de los ayuntamientos e
instituciones públicas en quiebra desaparezca de los museos y acabe en los
salones de coleccionistas privados? Unos optan por endurecer las leyes, como el
Gobierno alemán, que está a punto de aprobar una norma para que todas las obras
de más de 50 años y que valgan más de 150.000 euros necesiten un permiso de
exportación para ser vendidas a otros países. Otros prefieren dejar el asunto a
las colectas hechas por los ciudadanos afectados.
'The High Street' de JMW Turner |
Acaba de pasar en Oxford, Reino Unido, cuya prestigiosa
universidad ha estado a punto de tener que deshacerse de un Turner. Finalmente el
cuadro no irá a subasta gracias al dinero puesto por la lotería nacional
británica (muchas creaciones culturales del país se financian con parte de lo
recaudado por este juego) y lo donado por vecinos que no querían que su ciudad
perdiera parte de su patrimonio.
También en Inglaterra, la solidaridad ha salvado al Wedgwood Museum de vender parte de su colección para saldar deudas. En este caso la ley
no sólo no prohibió que se desintegrase el museo, sino que fue un juez el que
ordenó su venta para poner las cuentas en orden.
'Venus del espejo' de Velázquez |
Colectas históricas
Ante esta falta de protección del patrimonio cultural, en el
Reino Unido las pequeñas donaciones ciudadanas son ya una tradición. La mayoría
se realizan a través de la ong Art Fund, nacida en 1906 tras una exitosa
campaña para comprar ‘La Venus del espejo’ de Velázquez. Reunieron los 63.000
euros necesarios entonces para que el Estado se la quedara y pudiera colgarse en
la National Gallery de Londres. Desde entonces, las donaciones a esta
asociación han conseguido que miles de obras sigan estando expuestas al público y no acaben en manos de coleccionistas privados.
En la ciudad suiza de Basilea también saben lo que la unión vecinal
puede conseguir. En 1947 los herederos del coleccionista Rudolf Staechelin prestaron
dos picassos al Museo de Arte de la ciudad, perteneciente al Estado. Sin
embargo, en 1967 los ricos propietarios se arruinaron y decidieron vender los cuadros para hacer frente a sus deudas.
Se los ofrecieron en primer lugar al Estado suizo que, antes de comprarlos, preguntó a los vecinos de Basilea en referéndum si les parecía bien. Éstos no sólo dijeron que sí, sino que montaron una campaña para reunir dinero entre todos y ayudar a pagar los lienzos. El amor de los basilienses por estas obras (‘Los dos hermanos’ de 1906 y ‘Arlequín sentado’ de 1923, que pueden verse temporalmente en el Museo del Prado hasta el 14 de septiembre de 2015), tuvo recompensa: Picasso se enteró y le regaló al museo de la ciudad cuatro pinturas más.
Se los ofrecieron en primer lugar al Estado suizo que, antes de comprarlos, preguntó a los vecinos de Basilea en referéndum si les parecía bien. Éstos no sólo dijeron que sí, sino que montaron una campaña para reunir dinero entre todos y ayudar a pagar los lienzos. El amor de los basilienses por estas obras (‘Los dos hermanos’ de 1906 y ‘Arlequín sentado’ de 1923, que pueden verse temporalmente en el Museo del Prado hasta el 14 de septiembre de 2015), tuvo recompensa: Picasso se enteró y le regaló al museo de la ciudad cuatro pinturas más.
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