Winston Churchill odiaba este cuadro. Tanto que su mujer acabó quemándolo y hoy es una de las grandes joyas del arte británico perdidas.
La pintura, obra de Graham Sutherland, fue un regalo del Parlamento británico con motivo del 80 cumpleaños del ex Primer Ministro. Lo vió por primera vez en el acto público de entrega y, aunque no tuvo más remedio que disimular su disgusto, lanzó una buena puya: “Es un ejemplo excelente de arte moderno”, dijo en tono irónico.
Al final lo rechazó. No le gustaba porque sale viejo, cansado, con la dignidad derrotada por el paso del tiempo. Por eso, tras su muerte, la señora Churchill decidió deshacerse de él. Fue su secretaria quien hizo el trabajo sucio: lo metió en una furgoneta y lo quemó en el jardín de su casa.
La historia del cuadro de Churchill aparece en The Crown (producida por Netflix). Es memorable el momento en el que Churchill, tras discutir con Sutherland por haberle traicionado con semejante pintura, se da cuenta de que en realidad sí es el viejo acabado que ve en el cuadro. Según la serie, verse retratado así hace ver al Primer Ministro que ya ha llegado el momento de retirarse de la política.
La historia del cuadro de Churchill aparece en The Crown (producida por Netflix). Es memorable el momento en el que Churchill, tras discutir con Sutherland por haberle traicionado con semejante pintura, se da cuenta de que en realidad sí es el viejo acabado que ve en el cuadro. Según la serie, verse retratado así hace ver al Primer Ministro que ya ha llegado el momento de retirarse de la política.
La obra es un retrato de la vejez, una pintura sobre la lucha de un hombre orgulloso contra su propia decadencia. Está inspirada en otros dos grandes estudios sobre el paso del tiempo: el ‘Inocencio X’ de Velázquez y el ‘Retrato de Louis-Fronçois Bertin’ de Ingres. Todos estos artistas tienen una cosa en común: la valentía de representar a un hombre poderoso tal cual es, con sus virtudes y sus miserias. Hay que estar muy seguro de uno mismo para tratar así a quien te puede fulminar.
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